Crítica de ‘Ilustres ignorantes World Tour’ en Pontevedra

por ericbirling2

Ilustres-Ignorantes

Ilustres ignorantes World Tour llegaba a Pontevedra dentro de la gira que estos cómicos están realizando por Galicia. Se trata de un espectáculo elaborado a partir del programa de televisión homónimo capitaneado por Javier Coronas al que acompañan Pepe Colubi y Javier Cansado. Como también sucede en las entregas televisivas, las actuaciones teatrales cuentan con la colaboración especial de algún humorista invitado y, durante los bolos que a lo largo de estos días están realizando en Vigo, Pontevedra y  A Coruña, el elegido ha sido Julián López, conocido también por sus intervenciones en programas televisivos de humor como ‘La hora chanante‘, ‘Muchachada Nui‘ o ‘Museo Coconut‘.

El auditorio del Centro Social de la Fundación Nova Caixa Galicia se llenó durante la noche de este viernes 30 de mayo con un público que se situaba predominantemente entre los 25 y los 35 años, muy ‘hipster‘ y muy apegado a los dispositivos móviles porque, como ya viene siendo habitual en la mayoría de espectáculos, las cámaras de los teléfonos flashean esporádicamente, sin que haya reacción alguna, para recoger algún momento del show o las pantallas reflejaban la grabación de algún fragmento. La popularidad televisiva condiciona enormemente la objetividad del público hasta el punto de que los espectadores que se encontraban en el auditorio acudían «entregados», con una predisposición inmediata no a la sonrisa sino a la sonora carcajada y al aplauso a poco que los humoristas ofrecieran en el escenario.

Con una puesta en escena austera y minimalista, cuatro taburetes de barra de bar en el proscenio y una mesa con bebidas al fondo, de la que los propios humoristas se mofan durante el espectáculo, Javier Coronas iniciaba la función con una referencia al programa televisivo de Canal+ y, siempre utilizando su habitual sarcasmo, fue presentando de manera escalonada a sus compañeros de escena. La primera parte de la actuación siguió las normas establecidas en el programa de televisión, de manera que Javier Coronas propone un tema a los otros cómicos, en este caso cuál ha sido el personaje histórico que más les había marcado y, a partir de ese momento, comienzan las intervenciones, a veces, geniales, otras veces, vulgares de los “contertulios”. Cada uno tiene su espacio escénico definido y apenas se registran movimientos, el más activo es Pepe Colubi, quien a la vez es el que menos simpatía despierta entre el público, ya sea porque su presencia es la menos mediática del reparto, ya sea porque sus intervenciones suelen ser reiterativas sobre la temática del sexo. Por el contrario, es reseñable la complicidad que Javier Cansado logra con el público, su larga trayectoria profesional le permite una conexión inmediata con el espectador. Julián López aporta al cuarteto un aire fresco de humor absurdo que, en ocasiones, resulta desbordante. A diferencia de Cansado, Julián López no es un gran orador pero sí es capaz de jugar con esas carencias verbales. Sus reflexiones caóticas, sus dudas y sus toques de ingenio con los que interrumpe a cualquiera de sus compañeros nunca caen en saco roto y provoca una sonrisa generalizada con cada una de sus intervenciones.

El momento menos atractivo del espectáculo llega en un simulado intermedio en escena en el que los cuatro integrantes se desplazan hacia la mesa en la que se encuentran los gintonics en la zona derecha del fondo del escenario. Con luz cenital, uno de los escasos cambios de iluminación que se producen durante toda la función, en ese espacio dialogan sobre las localidades que están visitando estos días y, posteriormente, debaten de manera “informal” sobre el nombre de persona que más les ha sorprendido. La ubicación de la escena, tan alejada del público, provoca cierto distanciamiento  y se rompe el juego frontal entre cómicos y público que durante el resto del espectáculo es constante. Además, la justificación de la escena como ruptura del show para intentar dotar de otro tono a la conversación que mantienen los cuatro actores durante el resto de la función es insostenible porque apenas se registran diferencias de registro y toda la puesta en escena, durante este intervalo, resulta forzada.

A continuación y hasta el final, el espectáculo continúa por los mismos derroteros iniciales, los actores vuelven a sus asientos frente al público y Coronas vuelve a proponer nuevos temas de debate al resto de ‘ilustres ignorantes’. Temas que vuelven a servir de base para que cada uno realice divagaciones libres, en este caso, sobre su animal preferido o el método infalible para ligar.

Con un epílogo de reflexiones cómicas final se cierra el espectáculo, aplaudido con entusiasmo desde las butacas. En los saludos, los cuatro ‘ilustres’ son fotografiados con el público a sus espaldas, una fotografía que, por cierto, todavía no han subido a las redes sociales. El World Tour no ofrece grandes novedades respecto a la versión televisiva e, incluso, se puede afirmar que se trata de un planteamiento basado en la palabra improvisada que, por sus carencias de composición escénica, bien podría presentarse como un programa de radio pero, entonces, los aforos de los auditorios no se llenarían porque, hay que admitirlo así, los espectadores adquieren sus entradas, sobre todo, para ver en vivo y en persona a sus estrellas televisivas.

Crítica de Ángel Lourido